José A Cárdenas y Lydia P. Vignau
(Fecha original de publicación: febrero 4, 2020)
“No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, entonces tal vez deberíamos cambiar el sistema mismo” Greta Thunberg
En noviembre de 2019, un grupo de más de 11,000 científicos de 153 países calificó el cambio climático como una “emergencia” que conduciría a un “sufrimiento humano incalculable” si no nos damos a la tarea de hacer los cambios necesarios en nuestro estilo de vida.
Los investigadores propusieron seis grandes temas para revertir esta Emergencia Climática: implementación de usos más eficientes de energía y su conservación, aunado a la eliminación total de energéticos fósiles a favor de energía sustentable; reducción de contaminantes de corta vida; cambio en hábitos de alimentación a favor de una dieta predominantemente de origen vegetal y no animal, lo que haría posible la restauración de ecosistemas; la optimización de materiales y recursos naturales; y la estabilización del crecimiento poblacional. Estos temas deben resolverse en dos planos: el individual, responsabilidad de cada uno de nosotros, y el colectivo, que incluye acciones de las empresas, instituciones y política pública. Examinaremos aquí el plano colectivo:
A nivel global, es necesario generar energía sustentable solar y eólica, y dejar en el subsuelo el petróleo, carbón y gas natural, fomentando la desinversión de su extracción y producción, e incrementando su precio y carga fiscal. Esto permitirá bajar las emisiones perjudiciales de CO2 hacia la atmósfera. Este gas recibe más atención porque al existir en exceso en la atmósfera, los sumideros naturales de carbono no podrán absorberlo, y el ciclo mediante el cual se absorbe es muy largo siendo más de 100 años. Si los gobiernos y la industria energética no realizan este cambio radical en nuestra estructura económica, las emisiones más difíciles de eliminar de la atmósfera seguirán aumentando.
Para coartar las emisiones de contaminantes de corta vida, que también contribuyen significativamente a la contaminación, es necesario incentivar la investigación, desarrollo y comercialización de nuevos productos más amigables al ambiente.
Contener el tráfico vehicular a favor de una movilidad urbana sostenible también es un cambio necesario, haciendo una transición hacia vehículos híbridos, eléctricos, o no motorizados, como la bicicleta, y proporcionar medios eficientes y sustentables de transporte urbano. En particular, México está catalogado como el 2º país de Latinoamérica con mayor número de muertes por contaminación con 15 mil decesos anuales. La zona metropolitana de Monterey es de las más contaminadas por gases nocivos emitidos por vehículos y generación de energía (PM10 o menor), nivel estimado en 85.9 de microgramos por metro cúbico, cuando la Organización Mundial de la Salud exige 20. En contraste, en Sevilla se ha abatido significativamente la contaminación atmosférica con el uso intensivo de la bicicleta como medio de transporte para todos y para todo. De 12,000 viajes diarios en bicicleta en 2006, Sevilla suma actualmente más de 72,000 por el impulso del ayuntamiento que aumentó la red de vías hasta llegar a una red verde de 171 kilómetros entretejida en la ciudad.
Para hablar de la restauración de los ecosistemas naturales se hace imperativo abordar primero el tema de los alimentos que consumimos. Tres cuartas partes de la tierra disponible del planeta se usa para la cría de animales para nuestro consumo de carne, lácteos huevos y pescado de piscifactorías, y para cultivar los alimentos que requieren estos animales, lo que impone un enorme costo a la biodiversidad. El 91% de la destrucción de la Amazonia es para estos fines, deforestando a razón del equivalente a un campo de fútbol americano por segundo, y desestabilizando comunidades humanas y animales. El esfuerzo agropecuario global solo produce el 18% de las calorías necesarias para alimentar a la humanidad, y los animales de crianza consumen un promedio de 6 veces la proteína que producen, por lo que se puede decir que “sale más caro el collar que el perro”. Para agravar las cosas, el agua que se requiere es excesiva: el 25% de los ríos del planeta ya no llegan al océano porque se desvía su cauce para regar sembradíos. Para producir una libra de hamburguesa se requieren 3,000 litros de agua, equivalente a un baño en ducha de 8 minutos de una persona, durante mes y medio, de 65 litros por ducha. En suma, casi la cuarta parte del agua fresca que utiliza la humanidad se usa para el ganado y el cultivo del forraje, cereal y legumbres que requieren.
Otro problema son los desperdicios: el excremento que producen los animales de crianza es 50 veces más que el que producimos los humanos, y contaminan ríos, lagos, mares y acuíferos de todo el mundo. Respecto a los gases contaminantes que emiten a la atmósfera, metano, óxido nitroso y CO2, el sector agropecuario es responsable del 15% o más de estas emisiones, equivalente a lo que produce el sector del transporte, sumando aviones, trenes, barcos, carros, camionetas y camiones del mundo, y esto sin mencionar todo el daño que causan los pesticidas. Si dejáramos de comer carne, los ecosistemas en un área equivalente en tamaño a África podrían restaurarse, y no estar tan presionados, por lo que las especies animales hoy en peligro de extinción volverían a su equilibrio. Se ha demostrado mediante estudios médicos que una dieta a base de plantas, sobre todo cultivadas orgánicamente, es mejor para nuestra salud, y si deseamos también la salud del planeta, lo mejor es eliminar o bajar el consumo de carne y productos de origen animal. Los ecosistemas una vez restaurados, mares, litorales, ríos, bosques, selvas y todo lo demás, incrementarán su habilidad para atrapar el CO2 atmosférico y serían nuestros aliados.
Costa Rica implementó una serie de acciones para proteger sus ecosistemas. En la isla de Chira, el gobierno apoyó a 23 mujeres plantaron en zonas degradadas casi 8,000 manglares en el transcurso de un año, grandes aliados para atrapar el CO2. Este país también trabaja en restaurar las zonas costeras críticas y terminar con las prácticas pesqueras destructivas, haciendo acuerdos con los gobiernos de Panamá, Colombia y Ecuador para en conjunto gestionar el Océano Pacífico de manera más sustentable.
El crecimiento económico basado en esquemas tradicionales y modelos de negocio centrados en maximizar utilidades financieras ha sido el factor multidimensional que más ha perjudicado al planeta: el privilegiar los beneficios económicos de los accionistas, subordinando el daño a la naturaleza y calidad de vida de todo el planeta. El cambio fundamental necesario, a nivel global, consiste en abandonar el desarrollo económico basado en el incremento del PIB, y crecer mejorando el planeta y el bienestar de todos.
La ciudad de Barcelona modificó estructuralmente sus esquemas de gestión del área urbana creando el “Plan de Prevención de Residuos”, cuya misión es fomentar la reducción de desperdicios en la ciudad, involucrando a todos, ciudadanía, empresas, comercios, entidades, asociaciones y administraciones, para avanzar hacia una ciudad con cero residuos. Su lema es “el mejor residuo es el que no se genera”. Esto implica la reducción incremental de residuos y su reutilización dándoles nueva vida mediante el intercambio o la reparación, y la recolección selectiva de residuos especialmente orgánicos, pero sobre todo, la corresponsabilidad ciudadana que se traduce en una óptima gestión de los residuos.
Los cambios de hábitos de los ciudadanos frecuentemente se derivan de la transformación de la política pública y la legislación correspondiente. Como ilustración, a partir del 1 de julio, los habitantes del estado norteamericano de Vermont deberán separar, por ley, los restos de comida de la otra basura. Los ciudadanos deciden si hacer composta, reutilizar los desechos para alimentar animales domésticos, llevarlos al centro de acopio o utilizar un servicio de recolección.
Los ejemplos de Costa Rica, Barcelona y el estado de Vermont nos inspiran a considerar tres grandes dimensiones de cómo ganarle a la Emergencia Global y cómo vivir de forma sustentable y ética en el planeta: la primera es que “sí se puede”. Con moralidad, integridad, compromiso, ambientalismo y política pública, es posible revertir los problemas que como humanidad hemos creado en el Planeta. Segundo, se requiere un “gran convocador” y tal vez el único gran convocador es el gobierno. Tercero, este gran cambio es multifacético: son muchas las dimensiones, muchos los factores, muchos los actores, muchas las palancas que hay que activar y muchos los pequeños logros que hay que sumar.
En la fábula de Hans Christian Andersen “El traje nuevo del emperador”, los ciudadanos no alzan la voz para declarar que “el emperador va desnudo” porque replican de uno a otro su ignorancia y estupidez, hasta que un niño alza la voz. Afortunadamente Greta Thunberg, y muchos otros activistas, han alzado sus valientes voces, y los científicos no han descansado de estudiar el problema, por lo que contamos con los datos que marcan soluciones y el rumbo a seguir. Salgamos todos del letargo para aplicar soluciones individuales, a la vez que exigimos a nuestros gobernantes que hagan su parte, dándole un giro radical a los modelos de gestión y de gobierno que ayuden a todo el planeta.
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