Salvemos al Planeta: Opus #10

José A. Cárdenas y Lydia P. Vignau

(Fecha original de publicación: diciembre 16, 2019

“Debes tratar bien a la Tierra. No la heredamos de nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos”. Sabiduría colectiva

Hubo un tiempo en que el hombre vivía en armonía con la naturaleza, como lo saben hacer todavía los pueblos originarios. Pero la ciencia mal entendida y los intereses económicos desmedidos nos fueron llevando a creer que podíamos dominarla, controlarla y abusar de ella.

Estamos comenzando a ver nuestros errores, aunque todavía a diario, en múltiples lugares del mundo, se llevan a cabo por avaricia, actos sistemáticos que conducen de manera directa a la extensiva destrucción, daño y pérdida de ecosistemas, así como a la extinción de especies.

La historia está repleta de abusos a la naturaleza, en donde niños, mujeres, hombres y todo ser viviente somos víctimas de atrocidades que desafían la imaginación y conmueven la conciencia de la humanidad conforme salen a la luz; actualmente, las cortes internacionales estipulan que estos crímenes no deben quedar sin castigo.

Estos daños están asociados al cambio climático. Las noticias mencionan el efecto invernadero el cual , aunque es un fenómeno de la naturaleza , se ha desbordado porque las actividades humanas lo han llevado por encima de sus valores naturales, provocando el sobrecalentamiento del planeta.

Hoy existe un consenso científico que indica que la producción y consumo de combustibles fósiles, así como la deforestación indiscriminada, están alterando el clima de tal manera que es evidente un incremento de la temperatura que puede llegar a ser irreversible:

Vivimos largas sequías en algunas áreas, olas de calor y mayores incendios, y en otras, lluvias intensas que provocan grandes inundaciones; el nivel del mar empieza a subir y ya está volviendo vulnerables a algunas islas caribeñas, a Bangladesh y a numerosos lugares de África. Esto es solo el principio; le seguirán la falta de agua potable y dificultad en la producción de alimentos.

Para darnos una idea de la magnitud del, la temperatura global ya ha aumentado 1º C; si aumenta 1.5º C, ese medio grado adicional implicará que todo el nivel del mar suba 10 centímetros, que una tercera parte de los habitantes del planeta sufran calor extremo, y que la masa de hielo del Ártico se derrita, afectando sensiblemente a osos polares, focas, ballenas y aves marinas, y a todo el planeta y sus habitantes de una manera sin precedentes.

Todos debemos trabajar y sumar esfuerzos para contener el cambio climático si deseamos que nuestro planeta siga siendo como lo conocemos, y nos dicen los expertos que tenemos 11 años aproximadamente para lograr revertir este cambio; en pocos meses tan solo diez.

Por primera vez desde la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, están ocurriendo en nuestro planeta cambios ecológicos enormes. Desde 1970, los bosques han disminuido a la mitad y una cuarta parte de los peces han sido eliminados.

Los ecocidios están a la orden del día: como ilustración, recordemos la explosión de una plataforma petrolera estadounidense en el año 2010 que provocó una de las catástrofes oceánicas más grandes de México. El derrame petrolero se extendió hasta llegar a aguas mexicanas provocando la muerte de miles de especies marinas y de aves pertenecientes a la zona del Golfo de México.

También ha habido numerosos ecocidios y daños provocados por las empresas del Grupo México, de Germán Larrea. El último ha sido el derrame de 3,000 litros de ácido en el Mar de Cortés, que solo se hizo público porque lo filmó con su celular un trabajador y lo subió a las redes. El trabajador fue despedido horas después de publicar el video. ¿Y dónde estuvo nuestra indignación? La empresa nunca hubiera hecho públicos sus envenenamientos, a pesar de estar obligada por ley, por cuestiones éticas y morales básicas y por elemental humanidad; pero es tan grande, que presume no haya ley que se le aplique.

En Chile, en el 2018, la empresa argentina YPF derramó miles de hectolitros de petróleo en el territorio de Cullen; resulta difícil saber cuáles serán las consecuencias ecológicas a largo plazo porque el derrame alcanzó los 6,000 metros cuadrados de superficie, perjudicando la cadena alimenticia y el ciclo reproductivo de toda la biodiversidad austral.

Extrapolando los datos históricos, podemos decir que diariamente se extinguen unas 100 especies animales y vegetales; desaparecen 50,000 hectáreas de selvas tropicales; los desiertos avanzan 20,000 hectáreas. Cada 24 horas liberamos a la atmósfera otros 100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, que coadyuva al incremento global de la temperatura del planeta.
Muchos individuos inconscientes consideran que la vida humana es la única digna de conservarse, pero recordemos que apenas somos una de las billones de especies y formas de vida.
En contraste, hay muchos héroes y heroínas en este esfuerzo de salvar la vida sobre el planeta. Miles de personas, gobiernos e instituciones de la sociedad civil, están sumando esfuerzos para combatir el cambio climático:

Corea del Sur actualmente recicla el 95% de sus alimenticios; en Nigeria los padres cubren la colegiatura de sus hijos recolectando y depositando desperdicios reciclables; las tribus del Amazonas recientemente ganaron la batalla legal contra las compañías petroleras para evitar perforaciones subsecuentes; científicos mexicanos han logrado desarrollar un “plástico” a partir del nopal; un individuo en la India plantó un árbol diariamente durante 35 años, creando un verdadero e inmenso bosque; en la actualidad, las fuentes de energía renovable representan ya una tercera parte del total de la energía global que se produce; Holanda cubre de tierra y plantas los techos de sus camiones urbanos como refugio para las abejas; en una aldea de la India celebran el nacimiento de una hija plantando 111 árboles: a la fecha llevan 350,000 plantados.

Todas estas iniciativas para salvar al planeta nos inspiran e invitan a una acción colectiva intensa, planeada y global, pero, sobre todo, armónica con los principios de la Madre Naturaleza, y eso nos lleva a nuevos niveles universales de pensamiento.

Ahora, más que nunca, es el momento para que echemos mano de los magníficos poderes con los que fuimos creados: auto conciencia, compasión, altruismo y, más que todo, nuestra habilidad de adaptación. La evolución y la adaptación van de la mano para que podamos reinventar nuestra forma de vida para coexistir en armonía con las demás especies.

Salvemos al Planeta: Opus #11

José A. Cárdenas y Lydia P. Vignau

(Fecha original de publicación: Diciembre 9, 2019)

“How many deaths will it take ´till he knows, that too many people have died”. Bob Dylan, Blowing in the Wind

Hace algunas semanas, el Sumo Pontífice propuso que la Iglesia Católica debe incluir en su doctrina los “pecados en contra de la ecología”. Más aún, los “ecocidios”, manifestó, deberán considerarse como una quinta categoría de crímenes internacionales en contra de la humanidad. ​

Un ecocidio resulta de una contaminación masiva de aire, tierra y agua, por acciones humanas que ocasionan un desastre ecológico total o parcial, o la destrucción de un ecosistema, y afectan la vida de quienes habitan la zona impactada: flora, fauna y los mismos seres humanos. Este daño, por definición cuantioso, puede además ser irreversible o casi imposible de regenerar. ​

Existen muchos ejemplos de ecocidios en la historia reciente, aunque lamentablemente algunos han sido tomados con indiferencia, minimizando su grado de importancia y seriedad: el denominado “agente naranja” en la guerra de Vietnam, el crecimiento desordenado en la Isla de Pascua, la tala de árboles en Brasil o la desaparición del Mayab.

Estos desastres ecológicos, que resultan en ecocidios, frecuentemente empiezan con la actividad de gobiernos en tiempos de guerra, y más tarde, los mismos agentes causantes del daño son comercializados por corporaciones que saben que su actividad es criminal, porque viola los principios de justicia ambiental, pero por su ambición desmedida siguen elaborando y comercializando esos productos ecológicamente peligrosos. A esta combinación se suma la ignorancia y apatía de los consumidores, convirtiéndose el proceso en un verdadero círculo vicioso. Para combatir estas actividades criminales, hay organizaciones gubernamentales responsables, activistas ambientales y algunas organizaciones internacionales, a las que recientemente se ha sumado la Iglesia Católica.

​El papel de la Iglesia Católica puede resultar protagónico en este momento: 1,313 millones de fieles, casi una sexta parte de la humanidad según el censo de 2017, habitantes de grandes economías como Brasil, México, Filipinas, Estados Unidos, e Italia en orden de números de católicos, se encuentran bajo la potestad de los Estatutos Romanos de la Iglesia. La Iniciativa del Papa Francisco de introducir en el catecismo de la iglesia los pecados en contra de la ecología puede ser providencial y de trascendencia considerable, si existe la voluntad de propios y extraños para escuchar su llamado.

Hace unos días se presentó en distintos países la premier de la película Dark Waters, basada en el caso real de DuPont, una gran corporación multinacional: un abogado responsable y tenaz logra conectar miles de muertes y enfermedades inexplicables a esta compañía. Mientras la verdad afloraba paulatinamente durante largos años, el profesional del derecho pone en entredicho su futuro, arriesgando su vida y la de su familia. No es la primera vez que el Séptimo Arte nos conduce a un examen de conciencia sobre los delitos ecológicos: Erin Brokovich y Acción Civil son otros buenos ejemplos.

No obstante, estas grandes manifestaciones de propaganda de la modernidad, ni siquiera la voz de la Iglesia será suficiente si nos mantenemos apáticos e ignorantes ante la inminente destrucción de nuestro Gran Hábitat: según expertos internacionales, nos queda poco más de una década del mundo como hoy lo conocemos y disfrutamos, si no logramos contener el aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. ¿Vamos a permanecer pasivos? ¿O vamos a sumar nuestros esfuerzos para realizar esta difícil pero no imposible obra mayúscula entre todos, en menos de 11 años?